jueves, 1 de diciembre de 2011

Rebajas Dentales



A cuadros, a cuadros me he quedado al leer la noticia. Así que romper los dientes que vienen de serie con uno mismo y que no han costado más que el calcio y el tiempo de verlos crecer, sale más caro que destrozar una ortodoncia de orfebrería que cuesta una pasta gansa y que no la cubre la Sanidad Pública.

No entro en el hecho deleznable que el maltratador de la noticia perpetró contra su pareja y delante de su hijo, porque éste se califica por sí solo. Lo que me cuesta entender es la gradación de la pena que realiza nuestro Código penal, según te rompan lo genuino o lo postizo.

No creo que el energúmeno se parara a preguntar a la víctima si llevaba los dientes buenos o los de porcelana, antes de sacudirle el revés o el puñetazo que se los llevó por delante. Y si el no se paró a preguntar, ¿a que vienen ahora el fiscal y el acusador particular con tantas melindres?

Pues vienen, a que a nuestro Código penal le va haciendo falta un repasito en profundidad, en esta y en otras muchas cuestiones, y si no, que se lo pregunten a los padres de Marta del Castillo y a tantos y tantos otros como ellos.

Publicidad Involuntaria





No es lo mismo.

No es lo mismo que nuestro coche haga publicidad involuntaria por unos momentos merced a un reflejo afortunado como el de la imagen, que de forma igualmente involuntaria haga publicidad del establecimiento que nos lo vendió, con su dirección, teléfono, marca comercial y toda la pesca a modo de complemento de la matrícula, y además iluminada como una valla publicitaria.

No es lo mismo, porque cuando compramos el coche, no nos ofrecen ni un miserable descuento por pasear su publicidad donde quiera que vayas. ¡Ni un chavo! Y si les haces un comentario al respecto, como que les da la risa. Y si les pides que la quiten, se mosquean.

No es que mi coche sea un Fórmula 1 en los que la publicidad se cobra por milímetros de superficie, pero no deja de ser mío, con todo el derecho a propagandear lo que me de la gana, sin tener que lucir esas estratégicas pegatinas que lleva de la casa o el “embellecedor” de la matrícula, que parece de las “Páginas Amarillas”.

Nunca he conseguido que me paguen por esa publicidad involuntaria, lo que sí he conseguido es no llevarla.