miércoles, 25 de mayo de 2011

Conato de incendio

A ciertas horas de la madrugada, los que tenemos la suerte de vivir alejados del centro, con su trajín, sus ruidos, sus fumadores exiliados apurando un pitillo en la calle mientras los vecinos se acuerdan de sus honestas madres, lo único que perturba la tranquilidad nocturna, son los camiones de la basura con las luces de emergencia trajinando los contenedores arrimados a la acera y algún que otro despistado que con el coche al ralentí y la música a media pastilla, se entretiene un rato con su acompañante pelando la pava entre carantoñas.

Cortocircuito. Inicio de incendio
Por eso la otra noche, cuando de espaldas al ventanal tecleaba en el ordenador, y se reflejaron varios destellos del exterior en la pantalla, los atribuí por la hora a la ronda del basurero, fiel a su cita nocturna. Pero entonces, al destello le acompañó un ruido de traca, ¡ya está, un gracioso tirando cohetes a la una de la madrugada! A la segunda traca me levante para acordarme de la honesta madre del bromista, aunque no había tal, en vez de ello lo que provocaba los ruidos y los fogonazos era el resultado de un cortocircuito en la fachada de una casa cercana, que intermitentemente descargaba unos chisporroteos que iluminaban la noche mientras lentamente se consumían los cables.

LLegan los bomberos
Hasta aquí la observación; con el teléfono en la mano, llamada al 112 - un poco al estilo Gila-: buenas, buenas, que estoy viendo un incendio, que de donde llama, que das la dirección, la localización y la entidad de la cosa, que gracias, pasamos el aviso. Que suena el teléfono, aquí los bomberos, que afines en la localización, que a que altura es el incendio, que vamos para allá, gracias.

Extinción del conato de incendio
Entretanto, unos vecinos alertados por el ruido y unos policías locales que acaban de llegar forman ya un corrillo que da un paso atrás a cada chisporroteo. Teléfono de nuevo, los bomberos, que están llegando, que afine más el sitio, afino; llegan y hacen su trabajo, sin muchos aspavientos, son profesionales, aunque uno toca donde no debe y se lleva un buen chispazo de premio junto a la bronca de su jefe. Acaban. Se van. Vuelve la tranquilidad. Solo fue un conato de incendio.