viernes, 11 de febrero de 2011

Nostalgia


Estamos a 11 de febrero y hay banderas de España por los balcones, no muchas, pero las hay, y todavía no estamos en Semana Santa, ni son las fiestas patronales, y para el día de la Hispanidad queda un montón. Tampoco esperamos visita de los Reyes, ni Obama se va a dejar caer por aquí.

Entonces, ¿a cuento de qué las banderas? Los hispanos no somos muy patrióticos, y menos últimamente (o si lo somos, lo disimulamos convenientemente) La última vez que nos dio el ataque colectivo por esta España nuestra, fue el pasado verano, llegando al paroxismo total un día como hoy, el 11 de julio, que los españoles todos, ganamos la Copa del Mundo de futbol y nos hinchamos a gritar ¡Campeones!, y la bandera de España aparecía hasta en la sopa.

Por un tiempo, parecimos yanquis, con banderas por doquier: Con sus palos y enarboladas desde coches y ventanas, en pines, camisas, gorras, muñequeras, bufandas, como capas de Superman. A nadie le daba vergüenza exhibir los colores nacionales en la cara o en el pecho, ¡Yo soy español, español, español, yo soy…! Desde Finisterre a Creus, y de Palos a Tarifa, la piel de toro se vistió de rojo y gualda y un escalofrío de orgullo nacional nos recorrió el espinazo.

Fue una sensación fantástica, por unos días pareció que ni la crisis iba con nosotros, éramos los más fuertes, los más guapos, los más listos, los más envidiados, ¡los mejores! Pero todo pasa, hasta lo bueno buenísimo; poco a poco la euforia se fue reduciendo, pasó el verano, las banderas languidecieron, la crisis se recrudeció tras las vacaciones, y hasta nuestros supercampeones perdieron un par de amistosos con Argentina y Portugal; volvimos a agachar un poco las orejas, parece que entre unos y otros nos quieran bajar de la nube y están dispuestos a ponernos en el sitio que nos corresponde.

Y a pesar de todo, siete meses después, algunos se resisten a olvidar tan placenteros momentos, y mantienen sus banderas en los balcones, inconformistas, con nostalgia y esperanza, recordándonos a todos que si pudimos una vez, volveremos a poder.

A otros, simplemente se les ha olvidado que la pusieron o no encuentran momento para quitarla. Pero son los menos.