martes, 8 de febrero de 2011

El Pato de Muscovy


Pato de Muscovy o pato criollo (Cairina moschata)

Este pato y yo nos encontramos hace unos días en la ribera del río, y al contrario que sus congéneres que en cuanto te ven, echan a volar que se las pelan, él mantuvo el tipo y la posición mientras me dejaba retratarle a gusto. Intenté incluso que volara, jaleándolo sin éxito, y lo único que conseguí fue que se alejara displicentemente meneando la cola.

Luego me puse a investigar sobre su existencia, y de  lo encontrado he entresacado una serie de curiosidades sobre este atípico pato:

La primera curiosidad es la cantidad de nombres que se le atribuyen: Pato Real, Muscovy Duck, -en Europa-, (Cairina moschata), Canard Musqué, pato criollo, -en Sudamérica-, pato mudo, pato almizclado, pato de Barbaria, pato perulero o boox-pato.

Es un pato genéticamente diferente de los patos comunes, una especie única de las selvas húmedas sudamericanas, aunque se han encontrado referencias antiguas de esta o de una raza similar en Egipto.

El Pato de Muscovy posee caruncles rojos y carnosos en su cara, sobre sus ojos y en la base del pico. (Del latín carúncula: berruga)

Sus patas están equipadas con garras afiladas para escalar árboles y ramas, hasta donde trepa para hacer sus nidos y les permite permanecer agarrado a los árboles en los que busca refugio durante la noche.

El pato Muscovy es mudo, de ahí uno de sus nombres, a diferencia de los patos comunes que son bulliciosos.


En Argentina existe una frase popular que dice: "Pato criollo, a cada paso, una cagada" en alusión a dicha especie. (Pude atestiguar de primera mano lo certero de la frase)

Es un ave rústica que no requiere instalaciones complicadas para su crianza, es resistente a las enfermedades, de alta prolificidad, precocidad en el engorde y gran capacidad para aprovechar el alimento que consume. Actualmente, está muy difundido en los países ecuatoriales de África y de Asia, particularmente en el sudeste asiático, en donde es criado para la explotación de sus huevos y carne.

Visto lo visto, como no espabile el pato berrugoso, la próxima vez que me lo encuentre, lo mismo le echo mano, le busco pareja y monto una granja y como en el cuento de la lechera, en unos años, el rey del pato criollo. 

El equipaje


Lo he visto de pasada, cuando volvía a casa camino de mi cita con el del acordeón. Con gestos metódicos, empaqueta, lía, ordena y monta su equipaje como si de un puzzle se tratara; todo ha de quedar perfectamente embalado para ocupar su sitio en el carrito adaptado al estilo de los de Ikea, Leroy Merlín o los aeropuertos.

Cuando se vive en la calle se es muy organizado, cualquier despiste puede traer malas consecuencias y no es cuestión de ir perdiendo las pocas cosas que uno tiene por el camino. Por eso es tan importante el orden: comprobar cada cremallera, cada cuerda y cada nudo; sin prisa pero sin pausa, los mismos gestos, los mismos movimientos, economizando esfuerzos que se repiten varias veces al día, todos los días.

¿Por qué se elige esta vida? ó ¿Te elige ella a ti? Muchos vagabundos están contentos de serlo y otros muchos se avergüenzan de su condición. Comedores sociales, noches al raso, aseo en las fuentes, limosnas en los semáforos y en las esquinas, es su rutina vital, es nuestra rutina diaria, los vemos y los esquivamos a medias, no nos parecemos, no tenemos nada en común, incluso un punto de inquietud nos asalta alguna vez ¿Podríamos encontrarnos en su situación? ¿Cómo reaccionaríamos? ¿Lo aguantaríamos? Y apretamos el paso apartando el pensamiento que nos desazona, como una entelequia, como un imposible que no llegará, pero, ¿Y si llega?